El marisco, un fruto marino amado por muchos en la gastronomía. Abarca una gran cantidad de pequeños animales comestibles, como son los cangrejos, camarones y langostinos. Las recetas con marisco no sólo son extremadamente deliciosas y fáciles de preparar, sino que también te sorprendería la cantidad de beneficios, propiedades y nutrientes que aportan los mariscos a las dietas.
Propiedades del marisco
En los mariscos previamente mencionados, y muchos otros no tan populares, hay una gran cantidad de valiosísimos nutrientes, vitaminas y minerales para nuestro cuerpo. Los mariscos en la preparación de tu menú diario contribuyen al buen funcionamiento de tu cuerpo entero, desde el sistema nervioso, hasta los músculos. Por lo que podemos decir que los mariscos son una fuente de salud.
La presencia de vitamina E en ellos los hace antioxidantes, su alto contenido de vitamina B y ácido fólico previene las anemias, y te ayuda a mejorar la visión y cuidar la piel gracias a la vitamina A. En cuanto a los minerales, en ellos podemos encontrar magnesio, sodio, potasio, hierro, yodo y calcio.
Mantén la línea comiendo marisco
Además de todas sus propiedades y beneficios, los mariscos son altos en fibra y proteína, y bajos en calorías y contenido graso. Se calcula que por cada gramo de mariscos que ingieras, sólo estarás consumiendo una caloría. Esto quiere decir que fácilmente podrías comer 100 gramos de camarones o almejas, la cantidad ideal para una persona, sin sentirte culpable.
Sin embargo, es recomendable tener en cuenta su tipo de preparación para sacarle mayor provecho saludable a los mariscos y de esta forma, poder perder peso. Te aconsejamos que evites freírlos, prepararlos con salsas o acompañarlos con alimentos como pasta a arroz, ya que combinados tienen demasiadas calorías.
Consumo de marisco
¿Cuándo no es recomendable comerlo? Hay mitos urbanos en cuanto al consumo de mariscos. Hace muchos años se creía que no podían comerse durante los meses sin la letra «r» en su nombre, es decir, mayo, junio, julio y agosto. Pero eso es sólo porque en esa época no existían los métodos de conservación adecuados y eran los meses más calurosos del año, por lo que se dañaban fácilmente.
Hoy en día no hay problemas con su conservación, pero nunca los consumas crudos, ya que podrían tener bacterias o parásitos que mueren cuando están expuestos al calor del fuego de tu cocina. Así que puedes comerlos todo el año, incluso estando enfermo o embarazada, siempre y cuando estén bien lavados, conservados y cocinados.